Cuando dejé de trabajar, me empecé a preocupar por el futuro. Ya entonces se hablaba de los “cohousings” o viviendas colaborativas. Pensé que vivir con otras personas sería una solución a mis miedos. Y me daba tranquilidad pensar que en momentos complicados de salud, tendría los cuidados necesarios, sobretodo en la última etapa de la vida. Esta forma de vida era la respuesta a mis preguntas sobre el futuro. Investigué y lo que encontré, buscando en Internet, eran proyectos privados y caros. Lo dejé un poco de lado, pensando que yo no podría permitírmelo.
Al cabo de los años, después de hacer algo parecido a la “vida de millonario” (viajes, cine, teatro, exposiciones, etc.), mi vida fue derivando en una lucha por sobrevivir. Siempre buscando alicientes para no caer en una depresión. La depresión. Yo sabía lo que era eso…
Mi único hijo estaba viviendo en Japón. Cuando iba a nacer mi nieta, me propuse aprender un nuevo idioma: japonés. Y sigo haciéndolo. Disfruto mucho, aunque es un idioma tremendamente difícil. Tenía la idea de que, al hacerme mayor, podría acabar viviendo en Japón, con mi familia. Con el tiempo, me he convencido de que no podría cumplir ese sueño. Por muchas razones, así lo entendí.
Volví a pensar en esa solución que ya hacía tiempo me rondaba por la cabeza: el “cohousing”. Hay una frase que me gusta mucho y que es: “Cuando el alumno está preparado, aparece el maestro”. Pues así ha sido. Yo estaba preparada y apareció CONVIVIR.
Cuando vine a hacer la prueba, conté con mucha ayuda de un familiar que ya estaba aquí. Luego, ya decidida a quedarme, encontré todo el apoyo para montar mi nueva casa. Los primeros meses fueron de adaptación a una nueva vida, conocer a los compañeros, etc. Pero, enseguida, me di cuenta de que había venido buscando una solución para el futuro y, sin embargo, encontré una respuesta para el presente. Desde el primer momento sentí una paz y un sosiego, que hasta a mí misma me llegó a extrañar. Y es que, sin saberlo, aquí estaba la vida que yo necesitaba. También encontré una manera de mantenerme activa, participando en la gestión del centro y aportando mi granito de arena para mejorar el funcionamiento del mismo.
Antes de venir, yo no era consciente de sentirme sola. Pero, al experimentar lo que es vivir acompañado, salir a caminar con compañeros en plena naturaleza, comer juntos, saber que no estoy sola, entendí que, en este momento de mi vida, yo necesitaba un cambio. Y había encontrado mi lugar en el mundo: CONVIVIR.
María Moreno
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