Andar, andar cada día un rato; en grupos, en solitario, mañana, tarde. El movimiento es vida.
Antes de comer (para estimular el apetito), después de comer (para aligerar el estómago); para ver salir el sol o para ver la puesta (con paisajes majestuosos); por los caminos que llevan a estos campos que ya verdean o dando una vuelta completa al pueblo; paseando por el patio o andando (aunque sea con muletas) por nuestros pasillos: con 6 recorridos de punta a punta te has hecho un kilómetro, ¡sin peligro de mojarte ni de coger una insolación! ¿Se puede pedir más? A tener en cuenta que las necesidades, las condiciones físicas y las prioridades de los residentes son muy diferentes.
La verdad es que el tiempo no acompaña, llevamos un mes de lluvias, viento y frío que no dan tregua, pero sabemos que el ejercicio físico es una prioridad, que hay que moverse, cada uno trabajando según sus posibilidades, que no se limitan a andar.
Está el grupo de estiramientos antes del desayuno; están las actividades en el jardín y el huerto; o bajar al pueblo de compras, a tomar una caña o un café: ir y volver puede ser media hora, con una buena cuesta, para activar el sistema cardiovascular.
Y más cosas programadas: clases para la toma de conciencia corporal y mental, para mejorar la flexibilidad y la respiración, yoga, ejercicios de concentración y relajación… Lo importante es mantenerse en buena forma: “añadir vida a los años” es nuestro lema preferido.
Todos los grupos están abiertos, a todos y a todas, como no podría ser de otra forma. Hoy, sábado 24, el grupo de las 9 bajamos al pueblo por la parte norte, con el aire siempre de cara, muy fuerte y a cero grados: hay que llevar buen abrigo, bufanda, doble pantalón, buenos calcetines, gorro, guantes y lo que se te ocurra. Alguno aguanta ligero de ropa y sin taparse la cabeza, aunque esté medio calvo; otro necesita doble gorro y no consigue calentar los pies hasta pasada la media hora de andar a buen ritmo. En fin, son apreciaciones del que escribe, que como podéis ver, es bastante friolero.
Y sigue el recorrido: la torre de comunicaciones a la derecha (visible desde varios kilómetros a la redonda), el depósito de agua, enorme, a la izquierda; el puente que salva la acequia del Torrubia, la escuela de primaria y el instituto a la derecha, cruzar la carretera que viene de Tarancón; el puesto de la guardia civil, la escuela infantil, la casa de la palmera, la plaza de la Inmaculada; los muros que separan las calles de los huertos y el campo, las instalaciones deportivas, el perro que nos saluda cada mañana (si no está de mal humor), la cooperativa del vino, almacenes y alguna industria; un gran rodeo por los límites del pueblo hasta llegar a las casas adosadas y, por fin la explanada, con el mercadillo semanal (los viernes); seguimos por la acequia hasta enfilar hacia la iglesia, este sólido edificio que preside el pueblo, con su amplia plaza, el ayuntamiento, y la subida que nos llevará de nuevo a la residencia por la calle Real. Una hora a buen ritmo.
Naturalmente, da tiempo para conversar, lo que añade motivación al paseo. La variedad de nuestras profesiones, de los lugares donde hemos nacido y vivido: pueblo pequeño, grande, ciudad; lugares de residencia: toda la vida en el mismo lugar, desplazamientos para estudios, trabajo, aventuras, viajes de vacaciones… Los que han vivido un tiempo (a veces años) en el extranjero o también en distintas comunidades autónomas dentro del estado Español, con sus lenguas propias y sus diferencias culturales; en fin, que da para mucho.
Temas del día, con el tiempo atmosférico como recurso infalible para romper el silencio. A partir de las noticias de ayer (o de hoy a primera hora), surgen los posicionamientos sobre cultura, política y otros temas, que se defienden con los mejores argumentos, pero con respeto.
También el estado de salud, que a estas alturas de la vida aparece con algunas grietas; cada uno aporta aquellas soluciones que le han sido válidas. La memoria, o los fallos de memoria, nos llevan a repasar nuestras vidas, ahora que tenemos quien escuche nuestras “hazañas”; (nuestras “caídas” las comentamos mejor con la almohada).
Al final, objetivo cumplido: buen ejercicio, charla espontánea donde todos nos podemos expresar, aunque pensemos diferente. Salud.
Ramon Marpons
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